
La Denegación de Servicio Distribuida (DDoS) es una amenaza de ciberseguridad en la que los atacantes emplean múltiples dispositivos comprometidos (botnets) para enviar simultáneamente una avalancha de solicitudes a servidores o recursos de red objetivo, provocando la sobrecarga de los sistemas y su incapacidad para atender a usuarios legítimos. A diferencia de los ataques tradicionales de Denegación de Servicio (DoS), los ataques DDoS aprovechan una arquitectura distribuida, lo que dispersa las fuentes del ataque, dificulta su defensa y rastreo, y permite generar un poder destructivo mucho mayor. En el ámbito de las criptomonedas y blockchain, los ataques DDoS se utilizan con frecuencia para atacar exchanges, servicios de billeteras o nodos de blockchain, causando interrupciones del servicio y potencialmente facilitando la manipulación de mercado u otras vulnerabilidades de seguridad.
El concepto de ataques de Denegación de Servicio Distribuida se remonta a finales de la década de 1990, cuando Internet experimentaba una rápida expansión pero las medidas de seguridad eran relativamente débiles. En 1999, el primer ataque DDoS ampliamente documentado tuvo como objetivo la red informática de la Universidad de Minnesota, paralizando toda la red durante más de dos días.
Con el tiempo, las técnicas de ataque DDoS han evolucionado de forma continua:
En el ecosistema de las criptomonedas, los exchanges de Bitcoin han sido objetivos frecuentes de ataques DDoS desde 2011. Estos ataques suelen combinarse con estrategias de manipulación de precios, en las que los atacantes venden en corto una criptomoneda y luego lanzan ataques DDoS para interrumpir temporalmente el funcionamiento de los exchanges, provocando ventas por pánico y obteniendo beneficios.
El flujo básico de un ataque de Denegación de Servicio Distribuida incluye las siguientes fases:
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