He estado observando esta tendencia con una mezcla de fascinación y preocupación. Los fabricantes chinos de muñecas sexuales están compitiendo para inyectar inteligencia artificial en sus compañeras de silicona, y francamente, me resulta inquietante lo rápido que estamos difuminando las líneas entre la tecnología y la intimidad.
La tecnología Starpery de Shenzhen está liderando esta inquietante ofensiva, desarrollando muñecas que pueden responder tanto físicamente como vocalmente a los usuarios. Afirman que los prototipos llegarán al mercado en agosto de 2024. Su CEO, Evan Lee, habla de "conexión emocional" con estos objetos, pero llamémoslo por lo que realmente es: un sustituto tecnológico de las relaciones humanas.
Estos maniquíes equipados con IA tendrán sensores para reaccionar con movimientos y discurso. Los ingenieros lo enmarcan como "mejorar la experiencia del usuario", pero me pregunto qué experiencia estamos realmente mejorando aquí. ¿Estamos resolviendo la soledad o simplemente creando más aislamiento envuelto en la conveniencia tecnológica?
¿La revelación más impactante? China, a pesar de sus supuestos valores sociales conservadores, se ha convertido en el mercado más grande del mundo para estos productos, superando a EE. UU., Japón y Alemania juntos. La hipocresía es asombrosa. Lee atribuye esto al poder adquisitivo urbano, pero sospecho que habla más de la desconexión social enmascarada por soluciones tecnológicas.
Competidores como WMdoll y EXdoll también están subiendo a este tren. Nadie parece estar haciendo las preguntas difíciles sobre qué sucede cuando las personas recurren cada vez más a respuestas programadas para la satisfacción emocional y sexual.
Las preocupaciones éticas son enormes. Estos productos corren el riesgo de reforzar actitudes dañinas sobre el consentimiento y los estereotipos de género. La tecnología ha superado cualquier regulación significativa, creando una peligrosa zona gris donde los fabricantes pueden esencialmente programar cualquier comportamiento que deseen en formas humanoides.
Las ambiciones de Starpery se extienden más allá de las muñecas sexuales hacia robots domésticos y asistentes de cuidado. Para 2025, afirman que lanzarán su primer "robot de servicio inteligente" y protegerán a las personas de trabajos peligrosos para 2030. Reclamos nobles, pero ¿podemos confiar en empresas que comenzaron vendiendo juguetes sexuales sofisticados para convertirse de repente en cuidadores éticos?
Esto no se trata solo de sexo, sino de lo que sucede cuando externalizamos la conexión humana a algoritmos en cascarones parecidos a humanos.
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El inquietante auge de las muñecas sexuales de IA en la industria tecnológica de China
He estado observando esta tendencia con una mezcla de fascinación y preocupación. Los fabricantes chinos de muñecas sexuales están compitiendo para inyectar inteligencia artificial en sus compañeras de silicona, y francamente, me resulta inquietante lo rápido que estamos difuminando las líneas entre la tecnología y la intimidad.
La tecnología Starpery de Shenzhen está liderando esta inquietante ofensiva, desarrollando muñecas que pueden responder tanto físicamente como vocalmente a los usuarios. Afirman que los prototipos llegarán al mercado en agosto de 2024. Su CEO, Evan Lee, habla de "conexión emocional" con estos objetos, pero llamémoslo por lo que realmente es: un sustituto tecnológico de las relaciones humanas.
Estos maniquíes equipados con IA tendrán sensores para reaccionar con movimientos y discurso. Los ingenieros lo enmarcan como "mejorar la experiencia del usuario", pero me pregunto qué experiencia estamos realmente mejorando aquí. ¿Estamos resolviendo la soledad o simplemente creando más aislamiento envuelto en la conveniencia tecnológica?
¿La revelación más impactante? China, a pesar de sus supuestos valores sociales conservadores, se ha convertido en el mercado más grande del mundo para estos productos, superando a EE. UU., Japón y Alemania juntos. La hipocresía es asombrosa. Lee atribuye esto al poder adquisitivo urbano, pero sospecho que habla más de la desconexión social enmascarada por soluciones tecnológicas.
Competidores como WMdoll y EXdoll también están subiendo a este tren. Nadie parece estar haciendo las preguntas difíciles sobre qué sucede cuando las personas recurren cada vez más a respuestas programadas para la satisfacción emocional y sexual.
Las preocupaciones éticas son enormes. Estos productos corren el riesgo de reforzar actitudes dañinas sobre el consentimiento y los estereotipos de género. La tecnología ha superado cualquier regulación significativa, creando una peligrosa zona gris donde los fabricantes pueden esencialmente programar cualquier comportamiento que deseen en formas humanoides.
Las ambiciones de Starpery se extienden más allá de las muñecas sexuales hacia robots domésticos y asistentes de cuidado. Para 2025, afirman que lanzarán su primer "robot de servicio inteligente" y protegerán a las personas de trabajos peligrosos para 2030. Reclamos nobles, pero ¿podemos confiar en empresas que comenzaron vendiendo juguetes sexuales sofisticados para convertirse de repente en cuidadores éticos?
Esto no se trata solo de sexo, sino de lo que sucede cuando externalizamos la conexión humana a algoritmos en cascarones parecidos a humanos.